martes, 25 de febrero de 2014

Un encuentro inesperado

INTRODUCCIÓN

    A veces la obtención de material para hacer bonsái puede ocurrir de la manera más inesperada. La historia del Acer palmatum que os voy a relatar hoy ocurrió de ese modo. Fue un vecino del pueblo el que me propuso ir a ver, hace ya algunos meses, un ejemplar que llevaba cultivando en el suelo de su jardín desde hacía bastantes años. Me dijo que si me servía me lo regalaba. Lo había podado drásticamente alguna vez, por lo que su altura no era excesiva. Crecía al abrigo de una palmera, que le daba protección tanto frente a las heladas como al Sol achicharrante del verano.

    Le ví posibilidades al árbol por lo que, evidentemente, acepté su ofrecimiento, quedando en volver en la época adecuada para proceder a su recolección. Así es que hace unos cuantos días me puse en contacto con mi vecino y me presenté en su casa dispuesto a llevarme el arce. El aspecto que presentaba en ese momento os lo muestro a continuación:




MANIOBRAS DURANTE LA RECOLECCIÓN

    Lo primero que hice, antes de comenzar a cavar, fue una fuerte poda: no era necesaria tanta maraña de ramas.



    Luego sí, tocaba asir la laya y cavar. No fue una operación demasiado complicada, no en vano el árbol había sido trasplantado en alguna ocasión por su anterior propietario. Además la tierra era ligera y sin presencia de piedras, lo cual ayuda enormemente.

    En las siguientes fotografías podéis observar como ha salido el cepellón, muy bien diría yo.



    En el mismo lugar y ayudado de una manguera, procedía a limpiar de tierra el cepellón. Luego lo envolví con un saco de plástico para que mantuviese la humedad y no se resecase hasta llegar a casa.

LA PLANTACIÓN

    Para llegar hasta la zona en la que realizo los trasplantes tuve que ayudarme de la carretilla, pesaba bastante y pudiendo evitar cargar con él ¿para qué castigar la espalda?


    Y este es el aspecto una vez fuera del saco:


    Realmente el cepellón parecía estar formado por dos montados uno sobre el otro.


    La causa de este aspecto no estaba oculta: en su día a esta planta se le había puesto una rejilla y una plancha de porexpán debajo para crear un cepellón más plano. Mi vecino hacía tiempo se había visto atraído por el bonsái, de ahí la presencia de esos materiales, que me iban a complicar bastante la plantación.


    Incluso había un cable incrustado entre las raíces que también se puso peleón...


    Ni corto ni perezoso me puse a tratar de eliminar todo aquel material que, con el paso de los años, el cepellón había literalmente engullido. Al poco rato el suelo estaba cubierto de restos.


    También fueron cayendo algunas raíces que estorbaban, estaban mal ubicadas o eran defectuosas.


    Llevaba ya un par de horas luchando con aquel amasijo de raíces, mallas, cables y porexpán y el resultado no me terminaba de convencer. En ese instante fue cuando decidí utilizar el "instrumental de precisión"...


    Bueno, al final la reducción fue muy acusada, incluso excesiva si estuviese en otra situación. Sin embargo era necesaria para quedarnos sólo con la parte realmente interesante y aprovechable del nebari. La imágen final del cepellón da miedo, sobre todo si nos retrotraemos a su aspecto inicial.


    Reconozco que he sido bastante drástico en esta intervención, pero con los cuidados postrasplante adecuados espero que la planta recupere su vigor.

    Alguna raicilla pequeña era aprovechable, pero estaba mal situada...


...por lo que se hacía necesaria su recolocación.


   Sobre un fondo de akadama gruesa y pomice, también gruesa, se coloca el árbol. A continuación espolvoreé con hormonas de enraizamiento para ayudarle a emitir nuevas raicillas.


    Aunque el arce no tenía un nebari malo del todo, la verdad es que por uno de los lados carecía de raíces. Para tratar de solucionarlo le practiqué unas incisiones a fin de forzar la aparición de nuevas raicillas en esa zona.


    Y terminamos cubriendo de sustrato el resto del cepellón. Naturalmente esta zona con incisiones ha quedado bien cubierta por el mismo.


    La mezcla de tierra está compuesta básicamente por akadama y pomice de grano medio, a la que se le ha añadido una mínima porción de turba para mantener mejor la humedad en verano.

    En algunas zonas del tronco todavía se podían ver las señales dejadas por las ramas que había podado.


    Se procedió a su correcto sellado, de este modo se favorece su cicatrización.


    La parte superior de los troncos tiene unos tocones de madera muerta que se podían haber rebajado, pero lo dejaré para más adelante, cuando me haya asegurado de que la planta ha superado el trasplante.



    Por la cantidad de parte muerta que tiene este tronco va a ser el que más guerra me dé, incluso tal vez me obligue a rebajarlos todos para conseguir eliminarla totalmente.


    Para finalizar os muestro al arce desde diversos ángulos. Aunque no tengo totalmente decidido cual será el frente sí parece estar más claro cuales no van a ser, el lado desde el cual el nebari carece de raíces, por ejemplo.





     Hoy mismo he recubierto la superficie del sustrato de musgo con la esperanza de que ayude en la recuperación del ejemplar. Su presencia me garantizará una mayor eficacia en el mantenimiento de la humedad durante la época estival y la también la abundante presencia de la bacteria Agrobacterium tumefasciens, tan beneficiosa durante la fase de enraizamiento.

    Hasta aquí ha dado la historia por hoy, sólo espero no haberos aburrido en exceso.

    Juan Liñares