jueves, 28 de marzo de 2013

Desde Asturias con amor

INTRODUCCIÓN

    En la entrada de hoy no os voy a mostrar ningún trabajo espectacular, no. Simplemente va a ser la presentación en sociedad de un nuevo árbol que ha pasado a formar parte de mi colección.

    Hace algunas semanas tuve ocasión de visitar a mi buen amigo Yoyo en su casa. Estuvimos trabajando algunas plantas durante un par de jornadas y el día de la despedida quiso agasajarme con un árbol de su propiedad, concretamente con un tejo de tamaño mediano. Como muestra de mi agradecimiento quise montar este ártículo, para demostrarle que su gesto no ha caído en saco roto y que trataré de hacer algo bonito con el árbol que tuvo a bien regalarme. El valor de la amistad está por encima de los bienes materiales, pero a través de ellos también es una buena manera de fomentarla, sobre todo cuando se comparten.

    El árbol estaba plantado en un cajón de madera y, por lo que me dijo Yoyo, llevabá plantado en él unos tres años. La planta se había recuperado bien y mostraba síntomas de tener buen vigor. Me gusta trasplantar los árboles que llegan a mi colección a la menor brevedad posible ya que, aunque no lo necesiten, me sirve para saber de primera mano la forma de la parte enterrada así como su estado. De este modo las decisiones que se tomen en el futuro, sobre todo cuando se le dé su primera formación, estarán basadas en un conocimiento real y no en suposiciones o esperanzas.

    Aunque el ejemplar no posee maderas muertas espectaculares, creo que me va a ofrecer la posibilidad de realizar un ejercicio de imaginación importante. De todos modos eso será más adelante, ahora no es la prioridad. Os muestro la planta desde todos sus lados tal y como la recibí.





    También os enseño la parte baja del tejo desde los distintos lados vistos anteriormente.






¡ AL TAJO !

    Una característica de este tipo de material es que suelen traer de origen una buena cantidad de ramillas secas que hay que eliminar. De este modo se favorece tanto la llegada de la luz a las zonas interiores como el paso de aire entre las ramas.


    Una limpieza bien realizada suele demorar un buen rato, pero al final el resultado es más que evidente. El árbol se ve mucho más limpio y realza su verdor.


    Sobre el tronco quedan las impresiones de las ramillas que se han eliminado.


    Cuando la limpieza hubo finalizado se pasó al trasplante en sí. Una vez cortados los alambres no hubo ningún problema para extraer el árbol del cajón en el que estaba plantado. Nada más sacarlo al exterior puede ver algo que me llamó la atención.



    Se trataba de pequeños trozos de porexpán, que se añadieron al sustrato con el fin de ofrecer a las nuevas raicillas un medio un poco más cálido. Esta practica está muy extendida en jardinería, donde se añaden frecuentemente perlitas de este material para realizar un efecto tampón sobre las temperaturas, impidiendo que se lleguen a alcanzar valores demasiado bajos. El método en sí está bien y da resultado, de hecho la planta tenía un gran cepellón de raicillas finas. Sin embargo tiene un inconveniente y es que, al usar trozos más grandes, como en este caso, las raíces los atraviesan y luego resultan un problema a la hora de eliminarlos. De hecho algunas raicillas se rompieron durante el proceso. Os enseño un par de instantáneas en las que se aprecia lo que comento.



    De todos modos, como ya comenté, después de limpiar todas las raíces se pudo comprobar que la planta gozaba de un buen cepellón. Esto suele ser garantía de que el árbol no vaya a tener problemas para superar el trasplante.


    Había algunas raíces sin ramificar, con raicillas finas solo en las puntas. En la foto que sigue sujeto una de ellas. Naturalmente este tipo de raices no nos sirven y lo mejor, si el árbol lo permite, es eliminarlas.


    Había también una gruesa raíz que estorbaba bastante para realizar una plantación  en maceta de bonsái.


    Sin embargo antes de proceder a su reducción hay que aseguarse de que no es indispensable para la supervivencia de la planta. En este caso tenía muy pocas raíces finas, por lo que se pudo eliminar un buen trozo de la misma.


    Una vez eliminada esa raíz gruesa ya no hubo ningún problema para encajar el árbol en su nueva maceta, el cepellón quedaba holgado incluso en una de tamaño más pequeño de lo que se tenía pensado. Para lograr una fijación firme hubo que colocar un tornillo en uno de los lados, ya que carecía completamente de raíces en esa zona. Además, para lograr mantener el ángulo de plantado y que el tejo no se cayese hacia esa zona, también se colocó un pequeño taco de madera.


    En otras zonas se protegió la corteza de las raíces con un trozo de caucho.



CON EL TRABAJO TERMINADO...POR AHORA

    El sustrato utilizado en esta ocasión estuvo compuesto por una mezcla de akadama y pomice, más o menos a partes iguales. La akadama ha sido previamente tamizada y la pómice se tamizó y se lavó para dejarla lo más libre de polvo posible. Dado que el trabajo realizado en esta primera sesión no iba a ser de formación tampoco se ha decidido cual va a ser su frente definitivo. Por ello simplemente me voy a referir a ellos numéricamente para irlos mostrando. Por supuesto, estoy abierto a escuchar vuestras opiniones sobre cual creeis que sería el más adecuado de ellos, puede ser un interesante debate.

LADO 1



Detalle de la base desde el Lado 1


LADO 2




Detalle de la base desde el lado 2

LADO 3




Detalle de la base desde el lado 3

LADO 4



Detalle de la base desde el lado 4
    Bueno pues hasta aquí ha dado la entrada de hoy, pero no quiero despedirme sin agradecerle nuevamente a Yoyo el detalle que tuvo conmigo. Al resto de la tripulación, ya sabéis, espero vuestras opiniones. ¡Hasta la siguiente marea!

Juan Liñares 

jueves, 21 de marzo de 2013

¡ A meterlo en vereda !

INTRODUCCIÓN

Supongo que recordareis que en el Congreso Gallego de Bonsái, celebrado en el mes de septiembre pasado, os presenté una adquisición que hice en el mercadillo. Se trataba de un majuelo recolectado por Toni, un buen aficionado gallego de las Rías Baixas. Han pasado ya algunos meses y, dado que el ejemplar estaba plantado en un barreño de plástico nada estético, decidí trasplantarlo a una maceta de bonsái, más que nada para hacerme una idea de lo que había enterrado. De paso aprovecharía también para hacer otra serie de trabajos que se podían ir adelantando. La planta presentaba el siguiente aspecto en el mes de febrero, antes de actuar sobre él.

Frente elegido
Lado derecho
Parte trasera del espino
Lado izquierdo

EL PROCESO DE DOMA

    Como se puede apreciar en las anteriores instantáneas elk árbol estaba todavía "salvaje", era necesario irlo domesticando algo.

    Una cosa que me ha llamado la atención de este ejemplar, es el sistema de anclaje que ha utilizado Toni para lograr inmovilizarlo. Ciertamente es curioso, pero efectivo.


    Comencé por cortar los cordones de anclaje...


...para que el majuelo quedase liberado de sus ataduras.


    Había algunas ramas, gordas, viejas y ya encortezadas que debían de ser eliminadas. Una pena, dado el carácter único que tenían, pero era necesario cortar. Sobre todo dos de ellas, situadas en la parte baja del árbol y que se dirigían a contradirección respecto al resto de la planta. Una de ellas era esta.


    Pero antes comencé por cortar la brotación escesivamente larga, dejando sólo un trozo pequeño de cada brote.


    Otra vista de una de las ramas sobrantes.


    Así que comencé a cortar.


    Esta era otra de las ramas que sobraba.


    Como en el caso precedente, procedí a recortar la brotación excesivamente larga...


...y a cortar la rama dejando un pequeño tocón.


    El hecho de dejar un pequeño tocón tiene más implicaciones que la meramente estética. Evidentemente en el futuro será trabajado como madera muerta, pero ahora mismo, su función es evitar que se seque la corteza situada debajo de él. Si emite nuevos brotes se conservarán y luego, con el tiempo, se irán debilitando y eliminando paulatinamente. De este modo el callo de cicatrización se formará justo alrededor del perímetro de la antigua rama. No es buena idea cortar ramas muy gruesas de cuajo, siempre debemos pensar en las consecuencias que puede acarrear la sequedad de la corteza que la alimentaba y que, en muchas ocasiones, llega hasta la zona del nebari. Para evitarlo es mejor proceder con cautela.

    Una vez eliminadas las grandes ramas sobrantes, el aspecto de la planta es el siguiente:


    Luego se podó la excesiva longitud de la brotación y se eliminaron los brotes mal situados, innecesarios, dobles, etc. De este modo ya se consiguió tener una silueta mucho más limpia del árbol.


    El árbol tiene una zona de concicidad invertida que es necesario arreglar. En este caso la solución no es fácil y menos teniendo en cuenta que no quería estropear la bonita corteza del majuelo con trabajos de rebaje en la madera. Así que decidí conservar un pequeño resto de la rama situada en la parte baja del tronco, a la izquierda. La idea es crear ahí una pequeña copa, tal vez al modo de un tronco hijo, que cuando esté bien densa tapará el defecto del tronco grande. Al mismo tiempo nos aseguramos la continuidad del fujo de savia y preveemos una más que posible sequedad de esa parte hasta el nivel de raíces, lo que repercutiría negativamente en la calidad del nebari. En la imágen inferior queda reflejada esta circunstancia.


    En algunas zonas del tronco principal se eliminaron brotes jóvenes que, sin embargo, ya habían alcanzado un cierto calibre. En este caso se sellaron adecuadamente para facilitar la cicatrización.


    Cuando el calibre es pequeño no hace falta ni sellar y menos estando situados en una zona en la que posteriormente se realizará un trabajo de madera muerta. Tal es el caso de la parte que os muestro ahora.


    Llegados a este punto tocaba trasplante. Así que lo primero fue extraer la planta del barreño que hasta ahora había hecho las labores de maceta.


   El sustrato era bastante suelto y, una vez sacado el cepellón de su recipiente, no tardó en desmoronarse parcialmente. Estaba compuesto por turba y pomice de grano grueso.

    Un ligero palilleo ya dejó el cepllón bastante en condiciones.


    Sin embargo aún decidí limpiarlo más utilizando, para ello, el chorro de agua. Al final el cepellón quedó tal y como os muestro.


    Las raíces que habían sido cortadas tras la extracción del campo estaban formando un callo de cicatrización francamente esperanzador. Si todo discurre como hasta ahora es posible que en el futuro puedan llegar a cerrarse totalmente.



    A los Crataegus les gusta los suelos profundos, con tierra vegetal fresca y nutritiva. Por ello es conveniente añadirles una pequeña parte de turba. No hace mucho, leyendo a un compañero gaditano, decía que el cultivo de estas plantas es casi imposible si no se le añade algo de materia orgánica vegetal. Así que los que viváis en latitudes más calurosas que la mía no olvidéis de hacer esta pequeña enmienda en la preparación de vuestras mezclas, evitareis sustos desagradables en el verano.


    La capa superior se dispuso únicamente con akadama por razones estéticas y funcionales. La primera no hace falta explicarla pero la segunda es debida a que la tierra vegetal sobre la superficie dura dos telediarios, el riego diario la lava y la derrama de la maceta. En los lugares en los que quedan raicillas situadas casi en la superficie del sustrato, se tapa la zona con tepes de musgo para evitar que se malogren.


    En la zona superiro hay una zona que se ve muy ancha. Ahí podría decirse que hay otra conicidad invertida, pero aquí la solución es otra. Viendo la zona desde un lateral nos damos cuenta de que la continución idónea del ápice se encuentra por detrás, mientra que la de delante se puede trabajar perfectamente como una zona de madera muerta más adelante. Sin embargo de momento no me he querido meter en este fregado, ahora la labor prioritaria era el trasplante. Esperaré a que se recuperé bien la planta y, ya en el otoño, es cuando sacaré tiempo para atacar esta zona del árbol.



RESULTADO FINAL

    Una vez finalizado el trasplante el aspecto del espino es el siguiente.

Frente
Lado derecho

Parte trasera

Lado izquierdo

EPÍLOGO

    En los tiempos de crisis hay que agudizar el ingenio y no desaprovechar ninguna oportunidad, por escasas posibilidades de éxito que tenga esta.

    Cuando corté las ramas viejas que no entraban en el diseño, me dió pena tirarlas, algunas de ellas podrían dar lugar a excelentes sohines o mames. De ahí que les podase la  brotación aun cuando iban a ser eliminadas, algo que no tendría lógica si no fuese porque tenía en mente aprovecharlas. Fijaos.




    Fijaos en la magnífica corteza que tienen estos trozos de leña.


    De este modo me ví con cuatro megaesquejes de Carataegus. Con el afán de comprobar la diferencia que podía haber, puse dos dentro de un terrario en desuso y otros dos a la intemperie. Ha pasado un mes desde que los he plantado y ya comienzan a brotar, aunque hay diferencia entre ellos: los que estaban en el terrario llevan adelanto con respecto a los que estaban al aire libre. Un resultado esperado, nada extraño. En la foto de abajo podéis ver, a la izquierda, los cultivados a la intemperie y, a la derencha, los dos que han tenido la fortuna de ser protegidos.


    Estos que os muestro ahora son los que están dentro del terrario.



    Los que crecen sin protección llevan cierto retraso, aunque también están comenzando a  brotar.



    La verdad es que no he arriesgado demasiado a la hora de decidir plantar los esquejes, nada podía perder y tenía mucho que ganar. Pero para ser sinceros no es la primera vez que consigo enraizar megaesquejes de esta especie y tengo conocimiento de que algún compañero también ha tenido éxito en esta empeño.

    Como dije, ha pasado un mes desde el trasplante, tiempo suficiente como para que el árbol padre también dé señales de vida. La primavera entra como un vendabal, insuflando álitos de vida en todos los árboles que han permanecido en latencia durante el invierno.


    Detalle.


    Hasta aquí ha dado la aventura de hoy, espero que la hayais disfrutado. La flota está amarrada por un temporal de viento. Las embarcaciones, amarradas al abrigo del espigón del puerto refugio, danzan al son de las olas. Mientras el capitán bebe el último trago en la cantina del muelle, a la espera de una mar de bonanza que le permita volver a zarpar nuevamente. Os espero a todos, marineros aguerridos cuyo coraje se ha puesto de manifiesto en más de una mala marea. ¡ No falteis !.

Juan Liñares